domingo, 27 de marzo de 2016

El Filandón y las prohibiciones de la Iglesia (2)

UNA COSTUMBRE GENERALIZADA 

José I. Martín Benito 

A mediados del siglo XVII, el filandón ya era objeto de atención por parte de los prelados astoricenses. En la visita de 1646 del vicario capitular de Astorga a la parroquia de Estébanez de la Calzada, se informaba que “habiéndose informado que todavía se mantiene el abuso de los filandones, juntándose en ellos hombres y mujeres, sin embargo de las continuas providencias… que el dueño de la casa donde se hicieren se le multe con 4 ducados de vellón para la luminaria del Santísimo…” [1].
Mujer hilando en Lubián (Zamora), 1953.
El filandón debía ser una costumbre generalizada en el obispado asturicense. J. Mª Sutil informa que se dieron autos sobre filandones en las visitas pastorales en las comarcas de Cepeda, Cabrera, Maragatería, Valduerna, Valdería, etc….[2] En la visita pastoral a Tabladas de 1729, el obispo Bermúdez mandó al cura evitar “el pernicioso abuso de los filandones” bajo pena de Excomunión “Y en adelante no se presenten en casa o casas que acostumbran hacer semejantes diversiones. Y el dueño o habitador de las referidas casas que las permitiese, el cura los evite de los Divinos Oficios y les saque de multa, la primera vez, seis reales, y doce por la segunda. Y si se llegase a la tercera su contumacia le remita preso a la cárcel de la Corona de Astorga y lo mismo ejecute con las personas que concurriesen a las referidas casas, sacándoles la mitad de la multa antecedente y todo se aplique por la luminaria del Santísimo. Y por todo lo referido se le concede al cura la facultad necesaria con la de excomulgar y absolver[3]. Un año más tarde en la visita a Castrillo de Cabrera, el obispo dio un auto prohibiendo los filandones de hombres y mujeres. En estas veladas se cantaba y bailaba. Ese mismo año, el obispo Bermúdez visitó la parroquia de Castropepe, entonces bajo la administración asturicense y mandó que “se evitasen los bailes de noche que se hacían en casas particulares, mezclándose hombres con mujeres, especialmente los salteados[4].

Benavente y otros lugares del entorno del Esla estaban incluidos en la Vicaría de San Millán, que dependía del obispado de Oviedo. Precisamente, en tiempos del prelado ovetense Agustín González Pisador, el Sínodo de 1769 legisló sobre los Filandones. Para ello se encomendaba a los párrocos que no los permitieran y, en caso necesario se recurriera a la justicia ordinaria:

“Sobre Filandones y hogueras nocturnas


- XXIV. Y porque en algunas partes de este nuestro Obispado hai la mala, y perniciosa costumbre de juntarse por las noches en casas particulares mozos, y mozas á lo que llaman Filandones, fogueras y otras semejantes, de que se siguen muchos perjuicios y pecados, que hemos procurado evitar por nuestros Edictos, y providencias dadas al efecto, y que le han tenido en parte; por tanto prohibimos generalmente dichas Juntas, y Filandones, y mandamos á nuestros Curas que no las permitan en sus Parroquias, exortando á sus Feligreses á que se abstengan de ellas y en caso necesario á las Justicias de S. M. para que castiguen á los contraventores, como así lo confiamos de su zelo por el bien público
[5].  
Constituciones sinodales de la diócesis de Oviedo, 1769.
Sin embargo, no parece que la “cruzada” de la Iglesia contra los filandones o hilandares erradicara la costumbre, pues se seguía insistiendo sobre ello, como lo hizo el prelado de Astorga, Francisco Isidoro Gutiérrez en un edicto dado el 14 de abril de 1799:

Exhortamos a todos nuestros Diocesanos, á que empleen y ocupan los días festivos en dar á Dios nuestro Señor el debido culto y veneración, y que por ningún motivo los pasen en diversiones ilícitas, juegos, bayles, filandones, embriagueces, ú otros vicios tan agenos de las obligaciones de un Christiano, como contrarios a la sana intención de los Sumos Pontífices[6]


Texto extraído de mi trabajo:

 
(2015). “En torno al filandón. Hilaturas, telares y veladas en el norte de Zamora (siglos XVIII-XX)”. Brigecio. Revista de Estudios de Benavente y sus Tierras, 24-25 [2014-2015]. 254 páginas. ISSN: 1697-5804, pp. 43-72.


(Concluirá)

[1] Libro de Fábrica, 1649, fol. 126, citado por M. MARTÍNEZ MARTÍNEZ: Vocabulario, costumbres y paisajes agrarios en el ribera del Órbigo (Estébanez de la Calzada). León 1985, pp. 83-84.
[2] J. Mª SUTIL PÉREZ: “Los Autos de visitas y costumbres populares”. Actas del XIII Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España (Sevilla 1997). Memoria Ecclesiae, 1999, pp. 375-386.
[3] J. Mª SUTIL PÉREZ, Op. cit., pág. 200.
[4] Mª SUTIL PÉREZ, Op. cit., pp. 200-201.
[5] Constituciones sinodales del obispado de Oviedo (1769), hechas en esta ciudad por el ilustrísimo Sr. Dn Agustín González Pisador, obispo de dicha diócesis. Salamanca 1786, pág. 119.
[6] Constituciones Sinodales del obispado de Astorga, copiladas, hechas y ordenadas por D. Pedro de Roxas, obispo de Astorga (1595), reimpresas en Salamanca en 1799. Contiene un Edicto de 14 de abril de 1799, pág. 366.



1 comentario:

Antonio Justel dijo...

Esos Filandones o "Hilanderos" en VEcilla,se dieron y conocieron perfectamente hasta la década de los 30, si bien no tenían connotación alguna de lugar pernicioso, puesto que se reunían diversas gentes, holmbres, mujeres, viejos, jóvenes, hombres y mujeres; se hacían en invierno alrededor de los braseros e hilando o consiendo o tejiendo, y donde se jugaba también y se cantaba a fin de matar las noches invernales (dado que no habría que madrugar) y pasarlo bien y sin más. A Ello se unía "La Ronda", aquel grupo de mozos que cruzaban en plena noche las calles de los pueblos y lanzando "quiquiriquís" altísimo, los cuales, al ser oídos en los Hilanderos, empezaban a hacerles unm sitio en los lugares en que cada noche tuviesen lugar. Un abrazo, primo. Toño