sábado, 30 de abril de 2016

Napoleón en Benavente

El paso del Esla, la voladura del puente de Castrogonzalo y el incendio del castillo, 1808 

José I. Martín Benito



Napoleón. Campaña de Francia. J.L. E. Meissonier, 1864. Museo d´Orsay
Uno de los episodios más conocidos de la Guerra de la Independencia a finales de 1808 es el de la retirada del ejército británico hacia La Coruña, perseguido por las tropas napoleónicas.


En estos movimientos jugó un papel destacado el paso del Esla entre Castrogonzalo y Benavente y, en especial, el puente sobre el río. La situación de Benavente en el camino de Galicia le hizo ser un lugar estratégico para almacenar provisiones de las tropas británicas comandadas por el general sir John Moore. De estos sucesos dan buena cuenta las cartas y memorias de sus protagonistas, tanto militares británicos como franceses.


La voladura del puente de Castrogonzalo
Puente de Castrogonzalo, sobre el Esla.


De todos los testimonios, tanto ingleses como franceses, los sucesos más destacados comenzaron con el paso del ejército británico sobre el Esla en Castrogonzalo en dirección a Benavente. El 27 de diciembre de 1808 los ingenieros ingleses minaron el centro de la estructura del puente, que se rellenó con pólvora, al tiempo que se colocó un tablón estrecho para pasar. Al día siguiente volaron unos cuantos arcos para evitar que el puente fuera utilizado por sus perseguidores. Se trataba, en puridad, del "puente más preciso del Reino", como lo define la documentación del siglo XVIII, por cuanto resultaba necesario para asegurar las comunicaciones del centro -y por tanto de la Corte- con el noroeste peninsular.
Cuando los franceses, procedentes de Medina de Rioseco, llegaron a Castrogonzalo, el puente ya había sido cortado y obstruida la carretera. Entretanto lo arreglaban, encontraron un vado a unos trescientos metros río abajo. Entre 300 y 400 cazadores de la Guardia Imperial comandados por el general Lefebvre-Desnoëttes, se lanzaron por la llanura hasta Benavente, en persecución de la retaguardia inglesa, pensando que el grueso del ejército había abandonado la ciudad.
General Lefebvre.

La captura del general Lefebvre
Las memorias de los oficiales franceses, entre ellas las del barón de Marbot, señalan la temeridad e imprudencia de Lefebvre, pues el general decidió avanzar a pesar de que las patrullas de reconocimiento no encontraron ningún habitante, indicio éste de que los ingleses preparaban una emboscada, como así fue. En efecto, cuando el regimiento de cazadores franceses llegó a Benavente, después de haber atacado a una patrulla de la Legión Alemana, varios escuadrones de Lord Pager le rodearon y entraron en combate. En esas circunstancias, los cazadores de la Guardia Imperial se retiraron en loca carrera hacia el Esla perseguidos por la caballería británica. Cuando llegaron al río, el nivel de las aguas había subido; los soldados intentaron cruzarlo, a duras penas. Por su parte, los ingleses apostaron dos o tres piezas de artillería tiradas por caballos cerca del puente y desde allí hostigaron con fuego al enemigo, que se retiraba al otro lado del Esla, haciendo gran matanza.

La carga de la caballería británica de Lord Paget y del general Stewart, desde Benavente hasta el río, se saldó con varias pérdidas francesas; algunos soldados murieron ahogados, otros por la espada. Augustus Schaumann, oficial de la Legión Alemana, narra episodios truculentos de esta acción en el paso del Esla y cifra en unos cien los prisioneros franceses, “principalmente polacos, italianos y suizos, y también unos cuantos alemanes”. Thomas Pococke, soldado británico del 71 regimiento de infantería ligera de las Higlands de Glasgow, cifra los prisioneros en setenta, al igual que el general Moore. Por su parte, según el testimonio de Adam Neale, las pérdidas francesas eran difíciles de cuantificar, pero calculaba que estas se movieron entre sesenta y doscientas, junto a setenta prisioneros, mientras que las inglesas se elevaban a cincuenta entre muertos y heridos. Las cifras, efectivamente, oscilan. Para el capitán del ejército napoleónico, Nicolás Marcel, los prisioneros franceses fueron 150. Según el testimonio del barón de Lejeune, uno de los protagonistas del combate, sólo unos cien escaparon “como yo de ser heridos a espada o muertos, hechos prisioneros o arrastrados por el agua”.

Baron de Leujene.

Entre los soldados franceses apresados, estaba el general Lefebvre, que intentó pasar el río pero perdió el caballo, por lo que tuvo que volver a nado a la orilla. Varios militares ingleses describen la captura. Entre estos están Gordon, Harris, Verter y Schaumann; de sus testimonios puede resumirse que Lefebvre, sabiéndose perseguido, se dio la vuelta y disparó a sus perseguidores, pero falló el tiro, por lo que se rindió. También los militares franceses relatan el episodio, entre ellos el propio Napoleón, M. de Naylies, los barones de Marbot y de Lejeune, o el oficial polaco del ejército napoleónico D. Chlapowski, entre otros.


Paso del Esla por las tropas de Napoleón en 1808. Al fondo el puente de Castrogonzalo. A la derecha, Castropepe.
El general francés fue conducido a La Coruña y desde allí embarcado como prisionero a Inglaterra, a pesar de los infructuosos intentos de Napoleón por canjearlo por otro oficial británico de la misma graduación prisionero en Francia. El 31 de diciembre, desde Benavente, Bonaparte escribía a Josefina dándole cuenta de los sucesos, al tiempo que le pedía que consolara a la mujer del militar francés[1].


Procedente de Valderas, Napoleón había llegado a Castrogonzalo el 30 de diciembre. Mandó reparar el puente y, mientras tenían lugar los trabajos, ordenó que se buscaran vados. Se encontraron dos: uno cerca de Castropepe, al sur de Castrogonzalo, y otro aguas arriba del puente[2]. No obstante, los ingleses abandonaron Benavente en dirección a Astorga, después de haber prendido fuego a la fortaleza. Entretanto, las tropas de Napoleón habían conseguido vadear el río por encima del lugar donde habían pasado los cazadores de Lefebvre, lugar al que llamaron “Vado del Emperador”, a la altura del pueblo de Castrogonzalo. El primero de enero de 1809, Napoleón salió de Benavente en dirección a Astorga, tras las tropas de Moore. En la ciudad maragata recibió un correo llegado de París y retornó a Francia.

El castillo en llamas

El 30 de diciembre el ejército británico evacuaba Benavente en dirección a Astorga. En su huida, saquearon e incendiaron parcialmente la población. Durante su estancia destruyeron el mobiliario del castillo-palacio de los Pimentel, donde se habían alojado. Entre los muchos testimonios de aquel suceso, está el del capitán escocés Thomas Pococke:

El castillo de Benavente en el siglo XVIII.
"... todo aquellos que quemase fue convertido en combustible, e incluso las hogueras se colocaban contra los muros, de tal manera que pudieran mantenerse más tiempo y arder mejor".

El incendio se avivó el 7 de nero de 1809 durante la estancia francesa. Parece que los franceses, como antes los ingleses, utilizaron también piezas del mobiliario para hacer hogueras y calentarse.  A partir de aquel devastador incendio, el alcázar benaventano empezó su calvario. Pero esa es ya otra historia: la del principio del fin.


"Carga sobre el Esla", de William Barnes Wollen.

El paso del Esla ha inspirado a varios artistas. En una litografía de Engelmann que ilustra los Souvenirs pittoresques du General Baclar d´Albe. Campagne d´Espagne, publicado en Paris en 1820, se reproduce el paso del río por el ejército francés, con Castrogonzalo en un segundo plano. También, el pintor William Barnes Wollen (1857-1936), nos dejó una pintura de la carga de caballería británica contra las tropas francesas. Más recientemente, Mark Churms ha recreado el cruce del Esla, en una pintura al óleo, con el puente de Castrogonzalo como fondo (1999).

El paso del Esla, de Mark Churms.
[1] J. I. MARTÍN BENITO: Cronistas y viajeros por el norte de Zamora. Benavente 2004, págs. 50 a 52 y 191 y ss.

[2] J. PRIEGO LÓPEZ: Guerra de la Independencia (1808-1814). Vol. III. Segunda campaña de 1808. Madrid 1972, pág. 221.


  También te puede interesar:

. La Ruta de Napoleón en España
. Napoleón en la Sierra de Madrid
. Napoleón de Arévalo a Benavente

. El paso del Esla en Castrogonzalo  
 

Actualidad (7 de mayo de 2016): 

El 1 de Mayo de 2016 el puente de Castrogonzalo cedió en una de sus pilas. Buena parte del paramento se inclinó y el tablero quebró, produciéndose un gran socavón en la calzada que obligó a la Guardia Civil  a cortar el paso. Agricultores, peregrinos, ciclistas y peatones en general están siendo los grandes damnificados. En septiembre estaba previsto que una de las etapas de la Vuelta Ciclista a España pasara por el puente. La Subdelegación del Gobierno ha estudiado abrir un paso alternativo para que los agricultores puedan pasar con su maquinaria a la margen derecha, a realizar las labores agrícolas. Para ello, a partir de la próximia semana, quedará habilitado un carriel en la A-6. Queda por ver todavía qué decisión se tomará para el paso de peatones y ciclistas; muchos de estos son peregrinos, que transitan por este lugar del Camino de Santiago y de Vía de la Plata.







Actualidad (6 enero 2017)

Finalmente, el Ministerio de Fomento ha acometido las obras de restauración del puente de Castrogonzalo. Durante varios meses, el tráfico de vehículos agrícolas se desvío por la A-6, habilitando uno de los carriles en dirección a Benavente. Los trabajos de rehabilitación del arco hundido y del tablero, así como labores de limpieza del cauce, están llegando a su fin y, presumiblemente, en las próximas semanas el puente de piedra se abrirá de nuevo al tránsito de personas y vehículos.

(7 de enero 2017). "El río Esla recupera la normalidad"

Abierto al tráfico el puente de Castrogonzalo


Artículos relacionados:

UN INTENTO DE DECLARACIÓN BIC PARA EL PUENTE DE CASTROGONZALO Y EL PASO DEL ESLA (Monumento y Sitio Histórico)

PROPUESTA BIC RECHAZADA

El puente de Castrogonzalo y la ausencia de la Junta 

La última restauración del puente de Castrogonzalo

jueves, 28 de abril de 2016

Próxima entrada: Napoleón en Benavente

El castillo en llamas
Últimos días de diciembre de 1808. Napoléon llega a Benavente en persecución del ejército británico, comandado por el general Moore. Pernocta en Castrogonzalo y se dispone a cruzar el caudaloso Esla. Los ingleses han volado el puente y las tropas de Bonaparte buscan un vado para cruzarlo. El valeroso general Lefevbre cruza el río a caballo, pero en la otra orilla es hecho prisionero y conducido a Benavente. Napoléon escribe a Josefina y le da cuenta del suceso.
Cuando el César llega a la villa de los Pimentel, los ingleses ya la han abandonado, pero dejan las huellas devastadoras de su corta estancia en la población: la antigua fortaleza es pasto de las llamas y así seguirá durante días. Finis gloriae mundi.
Carga sobre el Esla, de W. Barnes Wollen (1857-1936)

(El sábado día 30, en este blog)

miércoles, 27 de abril de 2016

Hitos de la Edad del Bronce (y 2)

LA ESTELA DE ROBLEDA (SALAMANCA)

José I. Martín Benito
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Estela de Robleda.

El hallazgo de una estela decorada de la Edad del Bronce al norte del Sistema Central, concretamente en Robleda (Salamanca), perteneciente al grupo de las llamadas “estelas extremeñas”, debe hacernos replantear el ámbito geográfico de este tipo de representaciones.
En efecto, si el área geográfica de las mismas se situaba al sur del Sistema Central, a partir del hallazgo del Rebollar, que viene a sumarse a los de Baraçal y Foios, en Sabugal (Beira Alta) [1], al norte de la cordillera, habrá que reconsiderar el área de extensión.
Hasta la aparición de la estela robledana, otro de los hallazgos más septentrionales del área las estelas extremeñas era el de San Martín de Trevejo (Cáceres)[2], situado en las faldas meridionales de la Sierra de Gata. La pieza fue localizada por un vecino de Robleda, Juan Sánchez Calvo, en el pago conocido como “La choza del fraile”, en el “Pinar de Descargarmaría”, término municipal de Robleda, localidad de la que dista unos 8 km. Las coordenadas del hallazgo conforme al SIGPAC Visor son: UTM-X: 707955.07 Y: 4469255.69, GEO Lat: 40º 20·50.14 N Long: 6º 33 ·5.62 W. Según informa su descubridor, la estela se encontraba tumbada en el suelo, en dirección este-oeste, a unos 100 metros de un regato al lado de un camino, convertido ahora en pista forestal. Al parecer, habría sido movida por las máquinas al reparar la vía.
El pinar está alterado, pues se repobló con pino resinero en el siglo XX. El soporte en la que está fabricada la pieza es de pizarra. Sus dimensiones son: 150 cm. de largo, 49 cm. de ancho y 18 cm. de grosor.
Estela. Robleda.
 Se trata de una estela decorada de la Edad del Bronce Final, de las llamadas del grupo del Sudoeste o "estelas extremeñas". Ya se ha indicado que se sitúan en Extremadura, llegan a Portugal y se extienden también por Andalucía occidental.
La decoración se centra, como es costumbre, en una sola cara. El dibujo se ha realizado mediante grabado en surco, fuerte e intenso. La distribución de los objetos es la siguiente: el escudo ocupa el lugar central; bajo este se dispone la espada. En la parte superior se ha representado un objeto con tendencia ligeramente ovalada con mango–presumiblemente un espejo- y bajo él y encima del escudo, una lanza.
El escudo presenta tres círculos concéntricos, con clavos entre las bandas y una escotadura en "V"; los clavos van dispuestos en grupos de tres. En el centro se ha representado la abrazadera horizontal. El tipo de escudo es similar al de la estela cacereña de Brozas.

Estela de Robleda. Medidas.
 Se ha señalado que este tipo de escudo pudiera proceder del Mediterráneo oriental y, en concreto, en los hallados en Creta, Chipre, Samos y Tirinto, por su vinculación tanto con las formas como con la escotadura en “V”. En esta circunstancia ha llevado a suponer que estas estelas funerarias sean el resultado de la influencia del mundo geométrico y orientalizante que se extiende por la península Ibérica a partir de los últimos tiempos del Bronce Final; si bien hay quienes han señalado una influencia atlántica, concretamente irlandesa en lo referente a los escudos[3].
La espada es de las de hoja ancha y no muy puntiaguda, como suele ser habitual en el grupo de las estelas de la Sierra de Gata y Montánchez.
Así pues, los motivos decorativos formarían parte de la panoplia o conjunto de armas del difunto: escudo, espada, lanza y espejo. Se trataría, por tanto, de la estela que marcaría la tumba de un personaje de cierto rango militar. El espejo tiene un significado funerario, como está de manifiesto en varias culturas mediterráneas, en las que forma parte del ajuar como símbolo de la muerte. Su cronología sería posterior al 800 a.C. y perduraría hasta el 600. a.C. Desde el punto de vista espacial, el paralelo más próximo a esta de Robleda es la estela procedente de San Martín de Trevejo.

Celestino Pérez, en su estudio sobre las estelas extremeñas[4], agrupa una serie de ellas dentro de la Zona de la Sierra de Gata, que estaría caracterizada por estelas básicas, esto es aquellas que muestran tan sólo los tres elementos: el escudo, la espada y la lanza, precisando que sólo en la de San Martín de Trevejo, aparece un espejo.Las estelas de guerrero situadas al norte del Sistema Central
La pieza de Robleda, junto con las de Baraçal y Foios –ambas en el concejo portugués de Sabugal- son por ahora las estelas “extremeñas” localizadas al norte del Sistema Central.
Como la de San Martín de Trevejo, en la vertiente sur de la Sierra de Gata, la de Robleda presenta cuatro elementos: escudo, lanza, espada y espejo.
Estela de Brozas.

Comparte la pieza del Rebollar con las portuguesas el lugar central del escudo y la disposición de la espada en la parte baja; difiere, no obstante, de la de Baraçal, no sólo porque esta está realizada en relieve, en lugar de grabada, sino también por el tipo de espada, pistiliforme en el caso de la estela portuguesa, mientras que en la de Robleda la hoja es más ancha y más corta. El ejemplar de Robleda se asemeja más al localizado en Fóios.
También, como en San Martín de Trevejo y otras estelas del grupo de la Sierra de Gata, en la de Robleda el escudo ocupa el centro de la composición y se convierte, así en el elemento protagonista de la estela, en torno al cual se disponen el resto de los objetos. Es precisamente con la de San Martín con la que más paralelos presenta la estela robledana, pues además de incluir los tres elementos que caracterizan al grupo: escudo, lanza y espada, ambas portan un cuarto objeto: el espejo.
Habrá que esperar el hallazgo de nuevos ejemplares en este espacio serrano para tener un mejor conocimiento del grupo de las estelas decoradas de la Sierra de Gata en particular y del Bronce Final en general.

Sobre esta pieza: J. I. MARTÍN BENITO: “Una estela de la Edad del Bronce en Robleda (Salamanca)”. Ciudad Rodrigo. Carnaval del Toro 2010, pp. 339-342. 

NOTAS:
[1] CURADO, f. p. (1980): “Una estela del Bronze Final na Beira Alta”. IV Congreso Nacional de Arqueología, Faro; (1984): “Uma nova estela do Bronze Final na Beira Alta (Baraçal, Sabugal, Guarda)”. Arqueología (GEAP), vol. 9, pp. 81-84 y (1986): “Mais uma estela do Bronze Final na Beira Alta (Foios, Sabugal, Guarda)” Arqueología (GEAP), vol. 14, pp. 103-109.[2] M. FIGUEROLA (1982): Nueva estela decorada del tipo II en San Martín de Trevejo (Cáceres). Zephyrus, XXXIV-XXXV. Salamanca, pp. 173-180.
 [3] Un estado de la cuestión puede verse en el trabajo de S. CELESTINO PÉREZ: “Las estelas decoradas del SW peninsular”, en La cultura tartésica y Extremadura. Cuadernos Emeritenses, 2. Mérida 1990, pp. 45-62. Véase también VARELA GOMES, MARIO y J. PINHO MONTEIRO: Las estelas decoradas Do Pomar (Beja-Portugal). Estudio comparado, Trabajos de Prehistoria, 34 (1977) p.165. Para un catálogo exhaustivo de las estelas ver la página web:http://www.tornera.com/cgl/estelas_ext/paginas/almoharin.htm
[4] S. CELESTINO PÉREZ: “Las estelas decoradas del SW peninsular”, op. cit., pp. 8 y 9.

domingo, 24 de abril de 2016

Hitos de la Edad del Bronce (1)

LAS ESTELAS DE GUERRERO DEL OCCIDENTE PENINSULAR

Estela de Solana de las Cabañas (Cáceres)
José I. Martín Benito

Con el nombre de estelas decoradas o estelas extremeñas conocemos un tipo de representaciones que llevan una serie de grabados, donde, por lo general, el elemento común es siempre un escudo redondo, a veces con escotadura. A esta pieza suelen acompañarle representaciones de armas, sobre todo espadas y lanzas. Las hay, también, que llevan una representación antropomórfica, como los ejemplares de Solana de las Cabañas (Cáceres), Cabeza de Buey, Magacela o Fuente de Cantos (Badajoz)[1]. En otras estelas son también comunes las representaciones de carros con dos ruedas (Fuente e Cantos) y con cuatro (Solana de las Cabañas y Cabeza de Buey, entre otras).
Los hallazgos de estas piezas han revelado hasta el momento, que el área de dispersión se extiende por la alta Extremadura -cuenca del Tajo- por la cuenca del Guadiana y por el valle del Guadalquivir[2]; en concreto, por las provincias de Cáceres, Badajoz, Ciudad Real, Córdoba, Sevilla y este de Portugal (Sierra de la Estrella y el Algarve), El carácter funerario de estas piezas parece evidente y, como estelas sepulcrales pondrían de relieve el carácter guerrero o militar de los individuos a los cuales estarían dedicadas. El profesor M. Almagro señaló que habrían sido fabricadas en honor de aquellos personales importantes, reyes o caudillos de un pueblo guerrero, jerárquico y aristocráticamente organizado[3].
Estela de guerrero (Museo Arqueológico Nacional).
La forma de las estelas es indicativa de la posición que pudo tener en relación con la tumba del difunto: las alargadas en la base indican que pudieran haber estado destinadas a estar clavadas en el suelo, señalizando quizá un túmulo, probablemente de incineración, si bien las hay casi rectangulares, no preparadas en su parte inferior para ser hincadas en tierra; en este caso, la propia losa representaría al guerrero con sus armas y la función de estas losas casi rectangulares irían depositadas sobre enterramientos de inhumación en cistas.

No obstante, se han esgrimido también otras teorías, como la que, sin negarle un posible significado funerario-conmemorativo, sostiene que se trata de hitos de referencia, visibles en el paisaje y que marcarían el paso en las vías ganaderas o rutas comerciales[4].
La cronología de estas estelas funerarias se situaría con posterioridad al 800 a. C., es decir, desde el Bronce Final, perdurando hasta el 600 a. C., e, incluso, hasta el siglo IV a. C. esto es, hasta la cultura de los castros de la Edad del Hierro[5].
Estela de guerrero (MAN)

Estela de San Martín de Trevejo (Cáceres), según M. García Figuerola, 1982.
 (Continuará: Las estelas de guerrero situadas al norte del Sistema Central) 

También te puede interesar:

- La estela de Robleda (Salamanca)
- El ídolo de Lerilla (Salamanca)
- El ídolo de Ciudad Rodrigo
- El ídolo de Peña Tu (Asturias)
- El poblado del Teso del Cuerno de Forfoleda (Salamanca)


NOTAS:

[1] M. ALMAGRO BASCH (1966): Las estelas decoradas del suroeste peninsular. B.P.H. 8. Madrid. Véase también J. I. MARTÍN BENITO y J.C. MARTÍN BENITO: Prehistoria y romanización de la Tierra de Ciudad Rodrigo. Salamanca, 1994, pp. 114-117. 
[2] T. CHAPA y G. DELIBES: “El Bronce Final”. En Manuel de Historia Universal. Vol. I. Prehistoria, pág. 543. Madrid 1983. 
[3] Ibidem, pág. 200.
[4] M. RUIZ-GÁLVEZ PRIEGO y E. GALÁN DOMINGO: “ Las estelas del suroeste como hitos de vías ganaderas y rutas comerciales”. Trabajos de Prehistoria, 48 (1991) p.257-273. 

[5] F. JORDÁ y J. Mª BLÁZQUEZ: Historia del Arte Hispánico. I. La Antigüedad, pág. 153. Madrid, 1978.

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sábado, 23 de abril de 2016

Próxima entrada: Las estelas de la Edad del Bronce

La memoria de los guerreros
Mañana nuestro blog comienza a publicar una serie sobre las estelas decoradas de la Edad del Bronce. Lápidas o hitos sepulcrales, con grabados de armas: espadas, lanzas y escudos. Su área geográfica se extiende, principalmente, al sur del Sistema Central, en Extremadura, Ciudad Real, Córdoba y Sevilla. El hallazgo de una pieza en Robleda (Salamanca), al norte de la Sierra de Gata, marca, por ahora, el punto más septentrional.
Estela de Robleda.

jueves, 21 de abril de 2016

Crónicas menorquinas (2)

Toros, vírgenes y acebuches


Naveta de Rafal Rubí.
De un extremo a otro del Mediterráneo están las islas del toro. Si Creta es la cuna de Minotauro, Menorca debe ser la antesala de los bueyes de Gerión. Piensan esto los viajeros, después de haber comprobado que el campo se puebla de bóvidos; y más, cuando saben que en los recintos de la taula de Torralba d´en Salort se practicaban sacrificios de cornúpetas, ovejas y cabras. Es aquí, en Torralba, donde se halló además un torete de bronce que se guarda hoy en el Museo de Ciudadela. Pero la relación de Menorca con el bóvido hay que buscarla también en las alturas. La montaña más alta de la isla, que se eleva a 358 mts. sobre el mar recibe el nombre de “El Toro”. La denominacón le viene de la leyenda, según la cual un enorme astado quedó inmovilizado frente a un gran resplandor, en cuyo lugar los monjes encontraron la imagen de la Virgen. De nuevo se encuentran aquí evocaciones mediterráneas del toro y la doncella, de Europa y Zeus, de Pasífae y el cornúpeta de Creta.
Hasta este lugar han llegado los viajeros después de penetrar en el interior de las navetas de Rafal Rubí, a medio camino entre Mahón y Alaior. La subida al monte, la hacen desde Es Mercadal; allí han visitado una Feria de Artesanos de la tierra. Después de pasearse por el mercado de la plaza y preguntar por el precio de un catalejo que perteneció a un buque inglés del siglo XIX (al menos eso les dijo el anticuario), han iniciado el ascenso a la montaña, en cuya cumbre se halla el santuario de la Madre de Dios.
El venerado icono es una Virgen negra, como la de La Peña de Francia, la de Guadalupe o la de Montserrat. No es sólo el color moreno lo que tienen en común. Comparten también su relación con las alturas y los riscos. Y es que los montes siempre fijaron la devoción de cultos, dioses y vírgenes: desde el Teleno a Jálama, desde el Parnaso hasta el Sinaí, desde el Olimpo hasta este monte menorquí, toda manifestación es posible.
En "El Toro" es domingo y hay misa mayor en el santuario; hasta aquí han subido devotos y turistas, quien sabe si para dominar la tierra y el mar. La comunicación con el mundo subterráneo se hace a través de un pozo, encalado con un blanco inmaculado, en medio del patio que conduce a la iglesia. El azul del cielo se recorta sobre el blanco del santuario y el azul del mar lo hace sobre el verde de la costa. No comprueban los visitantes -contra la tradicional costumbre- si el pozo tiene agua. Ni siquiera lo intentan, al estar la boca tapada y a buen recaudo. Cuando llegan a su altura, los viajeros se topan con gentes que salen del recinto con ramas de acebuche. Es entonces cuando reparan que es Domingo de Ramos.
Pozo. Santuario de la Mare de Deus.

El acebuche es el árbol dominante en toda la isla; empujado por el viento adopta formas dinámicas: se acuesta, se reclina, se dobla... El acebuche es una especie de hito permanente, de guardián o protector de las ruinas talayóticas; con su espesura las oculta, pero también, con sus robustos troncos y raíces, las desgarra.
Hasta "El Toro" han llegado también los mercaderes expulsados del templo de Jerusalén. Tal vez se hicieron a la mar y recalaron en Menorca o se extendieron por todo el Mediterráneo. A la vera del templo está la tienda de recuerdos, donde no sólo se venden objetos religiosos, sino más bien de todo tipo. Es "El Toro" el monte más alto, sí; el santuario más concurrido, también, pero es a la vez un bazar entre el mar y el cielo. Además, aquí se viene ex profeso. "El Toro" no es lugar de paso, no está en el camino, sino que la vía conduce hasta él.
Sobre un monolito, una imagen del Sagrado Corazón abre sus brazos esperando el encuentro de los fieles. De alguna manera podía también interpretarse que el cielo y Cristo protegen a la isla; pero los tiempos modernos han hecho que la imagen tenga serios competidores: las antenas de telecomunicación, instaladas a la vera del restaurante, desafían y compiten en altura con el señor del cielo y de la tierra.
Cuando los viajeros bajan de la cima es cerca del mediodía. La hora aconseja poner rumbo a Ciudadela, pero antes deben encontrar la naveta de Tudons.
Este artículo lo publiqué en La Crónica de Benavente, el 20 de abril de 2006.

lunes, 18 de abril de 2016

La llave de Portugal (y 3)

CONFLICTOS EN EL TIEMPO

José I. Martín Benito

Ciudad Rodrigo. Paso de las tropas, 1812.
El largo conflicto de Restauración de Portugal fue para la corona española, en palabras de R. Valladares, una “guerra olvidada”. Como siempre, los territorios fronterizos de un lado y otro de La Raya fueron los que más sufrieron los estragos. Por eso, las autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad se dispusieron por su cuenta a concertar treguas con los portugueses a espaldas de Madrid. Los contactos fructificaron en 1654 cuando el obispo de Ciudad Rodrigo acordó una tregua que no gustó a Felipe IV. No fueron, es sabido, los últimos conflictos con Portugal, pero estos intentos ponen de relieve el cansancio de los naturales por el mantenimiento de un “statu belli”.

Posteriores conflictos, como la Guerra de Sucesión a la Corona de España (1700-1714) y la Guerra Peninsular o de la Independencia, confirman el papel de Ciudad Rodrigo (1808-1814) como puerta de Portugal.

De cualquier modo, en tiempos de paz, las relaciones económicas, sociales y culturales se multiplicaron a ambos lados de la Raya. El establecimiento de portugueses en Ciudad Rodrigo lo acreditan las cartas de vecindad que se guardan en el Archivo Municipal[1]. Considerable fue también la población judeo-conversa de origen portugués que fijó su residencia en la Tierra de Ciudad Rodrigo, especialmente en la ciudad[2]. Capítulo aparte merecería destacar el importante papel del comercio, en todas sus facetas, tanto el legal como el de contrabando. La frontera de Ciudad Rodrigo abastecía a Castilla de productos portugueses, así como a Portugal y, a través de éste, a otros países, de productos del interior castellano. A este respecto, conviene señalar el testimonio del barón de Bourgoing, secretario de la embajada francesa en su “Un paseo por España durante la Revolución Francesa (1777-1795)”:

La granza o rubia de España es mejor y más barata que las demás. Los extranjeros empiezan a estimarla, y durante su guerra con América los ingleses importaban las de las cercanías de Medina del Campo y Ciudad Rodrigo por los puertos portugueses[3].

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[1] R. CUNHA MARTINS, Op. cit.

[2] P. HUERGA, En la Raya de Portugal. Solidaridad y tensiones en la comunidad judeo-conversa. Salamanca 1993.

[3] J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal. Salamanca 1999, Vol. V, pp. 452-453.

viernes, 15 de abril de 2016

La llave de Portugal (2)

DE GALICIA A EXTREMADURA: 
TUY, CIUDAD RODRIGO Y BADAJOZ 

José I. Martín Benito


"Tuy es la mejor guardada" (Madame d´Alnoy, Carta al Duque de Chartres, 1679)
Tuy, desde Valença do Minho.
 
A estas tres plazas aludía también Madame d´Alnoy, que viajó por España en 1679; en la relación que envió en la carta IV a su alteza real Monseñor el Duque de Chartres escribía refiriéndose a la indumentaria de los soldados españoles:

Así pertrechados van seriamente a Tuy, donde es la reunión general, porque es una plaza fronteriza con Portugal. Hay tres puntos de reunión semejantes; la de Ciudad Rodrigo y la de Badajoz, pero Tuy es la mejor guardada, porque está enfrente de Valencia del Miño, plaza fuerte del reino de Portugal, y que se ha fortificado con cuidado[1].

Mapa de la frontera de Extremadura, 1756.
La importancia fronteriza de Ciudad Rodrigo es también ponderada en el Estado político, histórico y moral del reino de España, manuscrito de 1765 que se guarda en la Biblioteca Mazarino. Al hablar del reino de León, el anónimo autor escribe: “Zamora es una vieja ciudad mal fortificada. Ciudad Rodrigo es también muy débil, aunque sea una de las guarniciones del lado de Portugal y la llave del país...[2]; para añadir:

Las plazas fuertes de España están situadas en Cataluña y Navarra, de ese modo son inútiles. Badajoz, Ciudad Rodrigo y Tuy son las únicas plazas fortificadas frente al enemigo natural. Parece que es por altivez y desprecio por lo que los españoles dejan a Galicia, León, Extremadura, Castilla y Andalucía expuestas a las invasiones de los portugueses; pero éstos no han conocido bastante la guerra hasta el presente para aprovecharse de ello: cuidado con el porvenir. Badajoz es una plaza fuerte muy mala, donde han hecho gastos enormes para construir defensas ridículas y dominadas por todas partes. Tuy y Ciudad Rodrigo son plazas malas y destartaladas, medio en ruinas[3].

La plaza de Ciudad Rodrigo

Plaza española de frontera, sin embargo, momentos hubo que la ciudad se levantó por la solución portuguesa, como ocurrió en los momentos posteriores a la muerte de Pedro I en el castillo de Montiel. Entonces, proclamado Enrique como rey de Castilla y León, varias ciudades y villas rayanas (entre ellas Zamora, Carmona, Ciudad Rodrigo, Alcántara, Valencia de Alcántara, Tuy, Padrón, Bayona, Allariz, Orense, Rivadavia, Lugo...) reconocieron como rey a Fernando I de Portugal, descendiente directo de Sancho IV de Castilla. Y fueron caballeros portugueses los que defendieron la ciudad del duro cerco al que la sometió el de Trastámara [4].
Reyes Católicos.
Pero A. Jouvin tenía razón, al aconsejar la paz entre los dos reinos. A lo largo de los siglos, la guerra –una constante en la historia fronteriza- sólo trajo la rapiña, el hambre, la carestía, la despoblación y la ruina económica para ambos lados de la raya. Y sus contemporáneos eran conscientes de ello. Por eso, la llegada de la paz era vista como un alivio por ambos pueblos. La paz oficial o, si no, la paz buscada desde dentro. Así, en 1476, ante la inminencia de la guerra, el concejo de Almeida manifestaba al de Ciudad Rodrigo su deseo de mantener la paz, recordando que “os cabaleiros e gente da guerra guaham e os labradores e poovoo perdem todas suas fazendas e vidas[5].

Lápida de la paz con Portugal (Ciudad Rodrigo).
Después de la guerra de sucesión a la corona castellana, con todo lo que habían sufrido, no es extraño que la tierra civitatense recibiera con júbilo y esperanza la comunicación que la reina Isabel hizo desde Trujillo el 18 de septiembre de 1479, por la que le anunciaba la firma de la paz[6]. Algún documento epigráfico lo acredita: en el zaguán del consistorio de Ciudad Rodrigo se conserva una inscripción en caracteres góticos, procedente de una de las iglesias desaparecidas de la ciudad, tal vez San Juan, con la siguiente inscripción: "esta sacristia mandaron fazer los feligreses de esta iglesia año de 1484, quando fenesçió la guerra entre el rey don Fernando e la reyna doña Ysabel de Castilla contra el rey don Alonso de Portogal y se asentaron las pazes entre ellos".

(Concluirá

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[1] Condesa D´ALNOY. Viaje por España en 1679. Madrid 2000, pág.91 y J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal. Salamanca 1999, Vol. IV, pág. 45.

[2] J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal. Salamanca 1999, Vol. V, pág. 57.

[3] J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal. Salamanca 1999, Vol. V, pág. 69.

[4] R. LOPES, Crónica del rey D. Fernando. Porto 1990. Biblioteca Historica de Portugal e Brasil, pp. 105-106 y “Crónica de Enrique II”. Crónicas de los Reyes de Castilla. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo II, Madrid 1953, pp. 5 y 51.

[5] R. CUNHA MARTINS, Portugal en el Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo. Ciudad Rodrigo 1997, pág. 75.

[6] D. NOGALES DELICADO, Historia de Ciudad Rodrigo. Madrid 1982, p. 86.