domingo, 28 de agosto de 2016

A orillas del Esla: Castrotorafe

Un despoblado que fue enclave fortificado

José I. Martín Benito
Castillo de Castrotorafe.


Castrotorafe es un despoblado que se encuentra a orillas del río Esla, en el término municipal de San Cebrián de Castro (Zamora), en las inmediaciones de la antigua carretera nacional 630 de Zamora a Benavente. Se accede a él por una pista de tierra que arranca perpendicular a la citada carretera, a unos 2 km. al sur de Fontanillas de Castro y que conduce a una de sus antiguas puertas. El sistema defensivo aprovechaba una amplia meseta con brusca caída hacia el río y delimitada por dos pequeños barrancos que desaguan en éste.

Actualmente conserva buena parte de sus lienzos de muralla, construídos con mampostería pizarrosa y mortero, pero en muy mal estado de conservación. Asimismo guarda en su interior un castillo, constituido por dos recintos en forma de trapecio irregular.

Murallas.
Todo el conjunto –cerca amurallada y castillo- fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931. El castillo, además, goza de la protección oficial conforme al Decreto de 1949, sancionado por la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español. En la actualidad ambos inmuebles figuran en el inventario de la Junta de Castilla y León como Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de "Zona Arqueológica" y "Castillos", respectivamente.

La primera mención en las fuentes documentales conocidas parece ser del año 1038, cuando se cita el territorio de “ad Torabe” o “Adtorabe”, próximo al monasterio de Moreruela, en una donación de la condesa Sancha, hija de los condes Munio Fernández y Elvira.

Castrotorafe recibió el fuero de Zamora por Alfonso VII, en 1129, en el contexto repoblador del reino de León, asignándole un primer alfoz. Su hijo, Fernando II repobló la villa, tal como recogen la Crónica de Rodrigo Jiménez de Rada: "este rey don Fernando pobló ... Castrotorafe en el obispado de Zamora". En febrero de 1176, el rey leonés entregó Castrotorafe al maestre de Santiago y a los freires de dicha Orden: "villam dictam Castro Toraf per terminus novissimos et antiquos"; dos años después, en 1178, el maestre Pedro Fernández, le concedió un nuevo fuero, que fue confirmado por el propio Fernando II.


Es en esta época cuando debió construirse un primer recinto amurallado y, quizás, levantarse un puente sobre el Esla. La defensa del puente y la guarda de su castillo aumentaron la notoriedad de Castrotorafe a principios del siglo XIII. La villa fue objeto de sucesivas disputas entre Orden de Santiago, el obispado de Zamora, el Papa y las hijas del Alfonso IX, Sancha y Dulce.

Castillo
En 1202 Alfonso IX concedió a la catedral de Zamora el diezmo integro del portazgo de Castrotorafe para la reedificación del claustro de San Salvador y el de San Miguel, impuesto que estaría estrechamente vinculado, como ocurre en otros lugares, con la gestión y el control del puente. El arqueólogo granadino Manuel Gómez Moreno sitúa la construcción del puente a finales del siglo XII, señalando que constaba de doce o más arcos "ya hundidos, sobre pilas de corte poligonal contra la corriente y espolones a la parte contraria, con bien torpe criterio. Sus cimientos perseveran dentro del río, y otras cuatro pilas, hechas de sillería gruesa, surgen sobre peñas en la margen contraria". En el siglo XV estaba ya destruido, según información recogida por la visita a la Encomienda santiaguista en 1494: “Visytamos una puente que está baxo de la fortaleza en dicho Ryo, la cual está cayda, los arcos de ella, salvo tres que están sanos, y todos los pilares de los otros paresçen ençima del agua grand parte; fuemos ynformados que no saben sy se cayó o sy la derrocaron porque no ay memorya de onbres que dello se acuerden".

Paramento interno de la muralla.
En el siglo XIV, Castrotorafe fue señorío de Juan de Alburquerque; posteriormente, el rey don Pedro entregó la villa a Men Rodríguez de Sanabria. Enrique II ordenó destruir su castillo. En la centuria siguiente, durante la guerra de sucesión castellana, el ejército portugués le puso cerco. De nuevo pasó a pertenecer a la Orden de Santiago, cuyo comendador, Alfonso de Palencia, hizo obras de reparación. El proceso de despoblamiento de la villa comenzó a partir del siglo XVIII.

Arruinado el puente, el único medio de cruzar el Esla fue mediante una barca. En la visita que, por provisión real, hicieron en 1528 Diego Ribera, comendador de Cieza y Pedro Gil, cura de Guaza a las encomiendas santiaguistas, en la relación de rentas que el Comendador de la orden tenía en la villa de Castrotorafe se anota: “Tiene más el dicho Comendador, en la Barca, nueve mil e quinientos maravedís”; esta se sacaba en arriendo.

Tronera.
Esta misma visita nos revela la existencia de una ermita dedicada a Santa Marina situada en las inmediaciones del río Esla, con lo que los paralelismos con respecto al puente de Castrogonzalo son más que evidentes: “Visitación de la hermita de Santa Marina çerca de la villa de Castrotorafe [...] Los dichos visitadores mandamos a Pedro de Constante, cura de Castro Torafe, que pues lleva la renta de la dicha hermita, que haga hazer dos esquinas de la dicha hermita, que están caydas hazia la parte del río, las quales haga de cal y canto, conforme a la pared que está echa". La ruina del puente mermó, sin duda, la prosperidad de la villa. De hecho, a partir del siglo XVI las referencias a esta villa escasean en las colecciones diplomáticas.
      
          En 1751 era ya despoblado. En las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada, de 1751, se señala que solo habitaba una persona, el ermitaño o santero que cuidaba de la iglesia. Las Respuestas indican que  "en este despoblado se actúa y se opera según lo que coge de territorio su cercado, que lo está todo del derredor de piedra amurallado, con sus cubos, y tiene cuatro puertas arqueadas por donde se entre en él, cada una con su nombre, y tiene de Levante a Poniente cuatrocientos pasos, y de Norte a Sur cuatrocientos y diez, de circunferencia medio cuarto de legua". El castillo se describía así: “Hay un castillo, con su vivienda alta y baja, que está inhabitable. Tiene su atalaya y barbacana, y es propia de los poseedores de la Encomienda de Castro, que hoy lo es el Marqués de Galiano [se refiere a Juan Pablo Galiano y Chinarca, I Marqués de Galiano desde 1746], Caballero del hábito de Santiago, Intendente del Real Sitio de San Ildefonso, y se dice que antiguamente residían en él ocho comendadores, y como hoy no lo ejecutan, está dicha castillo destruido y arruinado por abandono".  
Cubo de la muralla del castillo.
    
       En la actualidad, la titularidad del conjunto de las ruinas del castillo, muralla y ermita corresponde a la Diputación Provincial de Zamora, en virtud de cesión gratuita del Estado, otorgada en escritura pública de fecha 5 de noviembre de 1976, con el fin de atender a su conservación. En 2008 la Asociación Hispania Nostra incluyó Castrotorafe dentro de la Lista Roja del Patrimonio.

         

martes, 23 de agosto de 2016

Expediciones militares vistas por los cronistas y viajeros (y 2)

La guerra en el norte de Zamora (siglos XIV al XIX)

Juan I de Portugal.
José I. Martín Benito

          No fueron estas las únicas expediciones militares que presenció la región del norte zamorano durante la Edad Media. Ya hemos hecho también referencia más arriba a la campaña militar anglo-portuguesa de D. Joâo I y del duque de Lancáster en 1387, en la que se asedió Benavente y se tomaron algunas villas de la Tierra de Campos, tales como Valderas y Villalobos. Los cronistas dan cuenta de un nuevo asedio real de Benavente en 1449, esta vez del rey de Castilla. En este caso la ciudad le fue entregada al monarca, pero no así la fortaleza, a la que se vió obligada a combatir “con ingenios e lombardas[1].

            La región presenció de nuevo movimientos de tropas cuando la “ocasión de Portugal”, esto es, con motivo del ascenso al trono portugués de Felipe II en 1580. Benavente y La Puebla de Sanabria fueron escenario de alardes o demostraciones de  fuerza organizados por el conde de Benavente y en los que participaron miles de personas de a pie y de a caballo. Desde aquí, también, marchó el conde para tomar Braganza y su castillo, según refiere Diego Méndez Osorio en sus Memorias de los Pimenteles[2].


La Puebla de Sanabria.
La guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668) se dejó también notar, no sólo por el acantonamiento de tropas en lugares como Vega de Tera y La Puebla de Sanabria, o los preparativos para la defensa de Benavente (reparación de las murallas y compra de armas)[3], sino también por las entradas portuguesas en las zonas más próximas a la frontera y los sucesos derivados. De ello se hace eco la correspondencia de algunos padres de la Compañía de Jesús, como Diego de Castilla y José Martínez de la Puente. En este conflicto, la frontera de La Puebla de Sanabria fue centro de operaciones. De allí salieron las tropas para hacer incursiones de castigo en Tras-os-Montes y correr y quemar las aldeas de la tierra de Braganza.“El 28 de septiembre (1643) salimos de esta plaza de la Puebla de Sanabria como 2.000 infantes y casi 400 caballos y pasando las montañas del Padornelo y la Gamoneda dimos vista á Portugal. A 29 por la mañana acometimos a un lugar llamado Montefli, que se entró y quemó. Luego pasamos á otro llamado Dine, que despues de haberse saqueado se quemó con alguna resistencia de los enemigos”. El jesuita Martínez de la Puente narra luego la quema de Santa Cruz y de Ojebe, Fote y Manjanal, aldeas situadas más allá de Braganza. El ejército portugués hizo lo propio, corriendo la raya desde La Puebla hasta Alcañices y quemando lugares, entre ellos Lubián[4]. También los Avisos de Jerónimo de Barrionuevo (1654-1658) dan cuenta de las incursiones: “El portugués ha entrado ahora nuevamente por la Puebla de Sanabria, tres leguas de Benavente, y ha quemado tres lugares y alguna gente que no se pudo escapar, como niños y mujeres, y se ha llevado todo cuanto tenían, bueno y malo”[5].

Napoleón, por Messonnier.

Pero será la Guerra de la Independencia la que más testimonios depare, sobre todo por la correspondencia de los altos mandos francés y británico, así como por las impresiones recogidas por algunos miembros que formaban parte del ejército del general Moore. A través de las cartas podemos seguir los acontecimientos registrados en torno a la retirada de las tropas inglesas hacia La Coruña, en lo que la historiografía francesa ha venido en llamar “la carrera de Benavente[6]. La situación de la villa en el camino hacia La Coruña le hace ser lugar estratégico para almacenar las provisiones del ejército británico. El paso de los ríos, especialmente el Esla en Valencia de Don Juan, el combate de Castrogonzalo, donde fue apresado el general francés Lefebvre, el estado de los caminos, la estancia de Napoleón en Benavente, las consecuencias del paso de las tropas y, sobre todo, el incendio del castillo, están presentes en las cartas de unos y otros. Respecto a las comunicaciones, el propiosir John Moore se queja de que “las carreteras son muy malas y los medios de transporte muy escasos[7]. Por su parte, el marqués de La Romana realiza una dura crítica de la retirada de los aliados ingleses, al tiempo que denuncia el comportamiento sobre el terreno y con los naturales del país: 

El general Moore y su ejército ha huido vergonzosamente hasta Lugo con el mismo desorden y escandalosos excesos de sus tropas que lo hizo desde Astorga... Los ingleses se han apoderado a la fuerza de las acémilas destinadas a nuestro ejército, de las mulas de tiro que arrastraban la artillería y municiones, de los bueyes que tiraban de los carros de equipajes; han robado todas las mulas de los labradores y vecinos de Benavente, y pueblos de Campos, dejando multitud de carros abandonados en los caminos, unos despeñados, y otros hechos pedazos de intento; han matado y consumido sin necesidad los bueyes de los carros, y no han pagado su importe. Nos han asesinado tres alcaldes y otros vecinos...”

Batalla de la Guerra de la Independencia (Los Arapiles).
El escenario bélico dejó su huella en casi todas las poblaciones. Todavía hacia 1826 varios conventos seguían arruinados, como el de los dominicos y el de los franciscanos en Villalpando, tal como señala el Diccionario de Miñano.
Pero la guerra se extendió también a lo largo del valle del Tera. Partidas de guerrilleros españoles, dragones franceses, soldados de infantería del Regimiento de Benavente y otras tropas de caballería corrían entre esta villa y La Puebla de Sanabria, aquella en manos francesas y esta última en poder de los ejércitos españoles. Importante papel jugaba precisamente esta última plaza, por hallarse situada en el camino hacia las puertas del Reino de Galicia. Toda la zona fue objeto de movimientos de tropas, de escaramuzas y de auténticas batallas entre franceses y españoles. Los encuentros armados fueron constantes, en Rionegro del Puente, en el Vado de Pumarejo, cerca de Calzadilla de Tera, entre Peque y Lagarejos. Uno de los más resonantes encuentros victoriosos para las tropas españolas debió ser el ocurrido entre Mombuey y Asturianos, según el parte de batalla del coronel del Regimiento de Benavente, don Manuel Nava, ocurrido el 5 de junio de 1810. Favorable al ejército español fue también el combate de Santa Marta de Tera, el 23 de octubre del mismo año[8].



[1] Crónicas de los Reyes de Castilla, II. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo LXVIII. Madrid 1953, pág. 663.

[2] Citado por I. BERDUM DE ESPINOSA, Derechos de los Condes de Benavente a la Grandeza de primera classe, Madrid 1753, fol. 102 r y v.

[3] Sobre ello véase J. I. MARTÍN BENITO y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, “La reparación de las murallas de Benavente en el siglo XVII según un documento del Archivo Municipal”. Brigecio, revista de estudios de Benavente y sus tierras, nº 7, pp. 205-212.

[4] Cartas de algunos PP. de la Compañía de Jesús: sobre los sucesos de la monarquía entre los años 1634 y 1648. Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades. T. XVII, pp. 300 y ss. Madrid 1861-1865). Real Academia de la Historia.

[5] J. DE BARRIONUEVO, Avisos (1654-1658). Biblioteca de autores Españoles. 2 Vols. Madrid 1968 y 1969.

[6] BALAGNY, Champagne de l´empereur Napoleón en Espagne (1808-1809). Paris-Nancy, 1902-1907. Tomo IV. La course de Benavente y la porsuite de La Corogne, 1906. Véase también J. PRIEGO LÓPEZ, Guerra de la Independencia, 1808-1814. Vol. III. Segunda campaña de 1808. Madrid 1972, pp. 208-229.

[7] Carta fechada en Benavente el 28 de diciembre de 1808 a Lord Castlereagh. En CARRICK MOORE, J. Relato de la campaña del Ejército Británico en España al mando de su Excelencia Sir John Moore. Traducción y estudios de A. URGORRI RODRÍGUEZ, La Coruña, 1987.


[8] Sobre estas acciones véase M. GONZÁLEZ GALLEGO, “Al paso de la revolución española por Sanabria, 1808-1811”. Hojas del Furueto, nº 2, Zamora, otoño 2000, pp. 29-41.

Para saber más:

jueves, 18 de agosto de 2016

Expediciones militares vistas por los cronistas y viajeros (1)


La guerra en el norte de Zamora durante la Edad Media


Alfonso IX. Tumbo A de la Catedral de Santiago.
  José I. Martín Benito

 Varios de los testimonios de los cronistas y viajeros tienen mucho que ver con el paso de los ejércitos. El territorio de la actual provincia de Zamora fue y es zona de comunicación entre León y Extremadura y Andalucía. Por lo tanto, se entenderá también que cuando los centros del poder político giraban en torno a la capital legionense en la España cristiana y a Córdoba en la musulmana, el antiguo camino romano, luego vía de la Plata, se convirtiera en un eje de comunicación entre el norte y sur peninsular; ello permitió el trasiego de tropas en las operaciones y expediciones militares.

    En el contexto de la expansión del reino leonés hacia el Duero tiene lugar la batalla de la Polvorosa en el año 876, a orillas del Órbigo. Son varias las crónicas –algunas prácticamente contemporáneas, como la de Albelda- las que se hicieron eco de la batalla. Aquí se dieron cita dos ejércitos andalusís, uno venido del sur, de Córdoba, por la vía de la Plata, y otro desde las tierras del centro peninsular, de las ciudades musulmanas de Toledo, Talamanca y Guadalajara.


Ciudad Rodrigo.
           El territorio vería nuevas expediciones militares. Otra de ellas fue la de 1197, con motivo de la guerra entre León y Castilla. El monarca castellano, aliado con el aragonés, corrió la Tierra de Campos leonesa, contra Alfonso IX, y ocupó las villas de Bolaños, Valderas, Castroverde y Coyanza (Valencia de don Juan), entre otras. En este primer ataque los castellanos se acercaron a Benavente “en donde estaba el rey de León con los moros y cristianos vasallos suyos, y llegaron hasta Astorga, y algunos incluso hasta Rabana”, según refiere la Crónica latina de los Reyes de Castilla. En una nueva expedición los castellano-aragoneses partieron contra el reino de León y “conquistaron Castroléon, Ardón, Castrogonzalo, Castrotierra y Alba de Aliste, y asolaron todo a sangre y fuego hasta Astorga”.


En ello tenía que ver mucho la situación fronteriza del territorio, cuyo valor estratégico y geopolítico debió pesar en la ampliación del concejo benaventano por Fernando II de León en 1181[1]

 De Benavente partieron también varias expediciones militares. Lucas de Tuy, en la Crónica de España (Chronicon Mundi) y en Los Milagros de San Isidoro. refiere que el rey Fernando II partió de esta villa para socorrer Ciudad Rodrigo, en el sur del reino, ante el ataque de un ejército almohade. Esa batalla, conocida en la historiografía mirobrigense por el llamado "milagro de la paloma", tuvo lugar en el año 1174.


Fernando III. Tunbo A de la Catedral de Santiago.
También Fernando III partió de Benavente hacia la conquista de Córdoba en 1236, si bien aquí difieren las crónicas en el camino que siguió. Así, mientras el autor de la Crónica Latina dice que el rey tomó “el camino más rápido, sin desviarse a la derecha hacia Ciudad Rodrigo ni a la izquierda hacia Talavera y Toledo” para llegar a Mérida y desde aquí a Córdoba, donde llegó el día 7 de febrero, la Crónica General de España dice que su camino fue este: de Benavente endereço para Çibdad Rrodrigo, et de Çiptat para Alcantara, paso Guadiana a la barca de Medelin, et de Medelin endereço a Magazela et a Bienquerençia, que era de moros... Et de alli movio el rey et fue a Dos Hermanas et a Daralbaçar, et dexo Cordova a man derecha, et fue para la puente de Alcolea, et alli finco sus tiendas con aquellos pocos que levava consigo”. 

(Continuará)

http://ledodelpozo.blogspot.com.es/2014/09/jose-ignacio-martin-benito-cronistas-y.html




[1] De la ampliación del alfoz de Benavente, en relación de su cercanía con Portugal, ya hemos hablado en “Frontera y territorio en el sur del reino de León (1157-1212)”. El Reino de León en la época de las cortes de Benavente. Benavente 2002, pág. 121, nota 18.