sábado, 28 de enero de 2017

El oro del Águeda (y 2)

LOS TESTIMONIOS

Río Águeda (Ciudad Rodrigo).
José I. Martín Benito

Una de los primeras referencias conocidas sobre el oro del Águeda es la que proporciona el Libro del Bastón, compuesto hacia 1770. En el capítulo de Historia natural, cuando se refiere al río Águeda, luego de enunciar sus arroyos, se informa:

Las aguas de él son delgadas, y saludables y lo principal que en sus corrientes se coge oro entre las arenas, bien que no se pueda afirmar si de él o de cual de los que se le agregan probiene, y sí que ha avido en la Capital Comercio de muchos dedicados a comprarle a los que se emplean en la saca, y aunque sigue, no es tanto como algunos años hace pues ahora concurren los vendedores a Salamanca y aquí se ha visto y apreciado pedazo hallado tan grande como un grueso garbanzo y purificado naturalmente en las corrientes sin haber entrado al crisol”.

Algo más tardía es la noticia de Antonio Ponz, que la debe a su corresponsal, el canónigo de Ciudad Rodrigo, Simón Rodríguez Laso (en el tiempo en que Ponz publica la carta última del Viage de España, rector del Colegio de los Españoles en Bolonia). La referencia al asunto del oro es escueta, pero precisa.

Lavando oro.

Grabado de G. Agrícola, siglo XVI.
“Pasa por junto á Ciudad-Rodrigo el rio Agueda, que incorporado con otros entra en Duero junto á la Villa de Frexeneda, y nace cerca de la sierra de Xalama. Hay en la ribera sus arenas de oro, que conocen, y sacan los Jurdanos.”

Autores posteriores, como Paula Mellado y, también, Madoz, se harán eco de Ponz, al referirse al río como “de arenas de oro”. Hay que hacer notar, no obstante, que Sebastián Miñano y Bedoya, en su Diccionario, obra considerada como precursora del diccionario de Madoz, no haga ninguna mención a las arenas auríferas del Águeda, limitándose a describir el recorrido y márgenes del río.
Sin duda, los testimonios más interesantes en cuanto a información suministrada son de Francisco de Paula Mellado y de Pascual Madoz, de mediados del siglo XIX. El primero de ellos lo deja en sus Recuerdos de un viage por España. A su llegada a la ciudad, advierte la actividad a orillas del Águeda.

"- (…) Supongo que ese pueblo que se vé ahi es Ciudad-Rodrigo.
- Si señor, esa es, contesto el calesero.
- ¿Y que hacen tantas cuadrillas de hombres cavando en el río?
Yo fijé la vista y observé que en efecto había una porcion de hombres trabajando con afan.
- Buscan oro, dijo con indiferencia el mozo.

- ¡Oro! ¿qué dice vd. hombre de Dios?… ¿Con que estamos en un pais donde para ser millonarios no hay mas que meterse de patas en el rio y dar cuatro picotadas?

- No te burles, Mauricio, repliqué yo, que el señor ha dicho la verdad. Ese rio se llama Agueda, nombre que me trae su origen de la palabra griega agattos, lo mismo que bueno, aludiendo á lo cristalino y limpio de sus aguas: nace en las vertientes de Jalama, á ocho leguas de aqui, y engrosándose con varios arroyos entra en el Duero en las inmediaciones de Fregeneda, doce leguas más adelante; de modo que tiene un curso de veinte leguas. Ponz le llama el rio de las arenas de oro, porque las trae en efecto, y mas de un poeta célebre ha pulsado la lira en su honra.
- Todo eso está muy bien, pero á mi lo de las arenas de oro es lo que mas me interesa. ¿Las trae en mucha abundacia?
- En mucha no, pero bastantes para recompensar los afanes de los que las buscan. Esos hombres vienen por esta temporada en que bajan las aguas, cavan en los sitios que ellos ya conocen, sacan la arena, la lavan y depuran, y á fuerza de constancia de tiempo reunen algunos adarmes de oro que venden en la ciudad ó en Madrid á buen precio, porque la calidad es escelente.
- ¿Y cómo no se han hecho investigaciones para hallar el origen de esa arenas?… Porque si el rio las trae, claro es que ó el mismo río ó cualquiera de los arroyos que lo enriquecen, pasan por algun punto donde este metal existe en abundancia.
- Asi opinan todos, y ya comprenderás que se habrán hecho esquisitas diligencias para encontrar el criadero, pues la cosa bien merece la pena; pero hasta ahora todas han sido inútiles.
En este razonamiento llegamos á las puertas de la ciudad, que pudimos recorrer aquella misma tarde, pues su recinto es pequeño."


Bateadores de oro en un río de Alemania.
Por su parte, el corresponsal del Diccionario de Madoz, al ocuparse de la descripción y curso del río Águeda, informa:

“La principal utilidad de este río, de arenas de oro, como dice Ponz, y cuyas aguas puras y cristalinas han sido objeto de sonetos y composiciones de muchos poetas célebres, consiste en dar movimiento á algunos batanes y muchos molinos harineros…”

Sin embargo, cuando se refiere a Ciudad Rodrigo, es más explícito sobre las arenas auríferas:

“Atraviesa el espresado término el rio Agueda, sobre el que hay un puente magnifico en esta ciudad, y entran en aquel distintos regatos. Pásase por diferentes vados, que desde el valles (sic) hasta el Pizarral se encuentran el de Cantarranas, el de los molinos de los Alisos, el del Puente, el de Barragan, el de Palomar, el del Oro y el del Carbonero. Tiene de notable este rio las muchas arenas de oro que arrastran sus corrientes. En la estacion de su mayor sequia se presentan varias cuadrillas, compuestas de 12 individuos naturales de Montehermoso de Estremadura, quienes hacen grandes zanjas en los sitios para ellos ya conocidos, en los arenales del rio frente á Valdespino y Palomar, recogen el escombro en cestos, tiran lo grueso, lavan lo menudo hasta la última depuracion, que la hacen en cuencos de madera, quedandose el oro en el fondo, y á los lados de aquellos, el que perciben y distinguen perfectamente al resplandor del sol, que se presentan en pequeñas laminitas ó partículas; comunmente corresponde a cada individuo 3 ó 4 adarmes de este metal precioso que sale muy puro”.

Manuel González de la Llana, en su Crónica de la provincia de Salamanca (1869), indica como riqueza las minas de oro, pero de manera general, sin especificar lugares.

“Como otra de las riquezas del suelo de la provincia pueden contarse las minas que contiene, entre las cuales las hay auríferas, de hierro, de cobre, de plomo, de cristal de roca, alumbre y salitre”.

Quizás no conociera la práctica de extracción de pepitas a orillas del Águeda, pues cuando se ocupa de los recursos minerales del distrito de nuestra ciudad sólo señala “criaderos de hierro y plomo”[9].
Mejor información parece manejar Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla en su Reseña geográfica-histórica de Salamanca y su provincia (1885). En el capítulo XIX, al ocuparse de las minas del partido de Ciudad Rodrigo, escribe:

“El oro, en pequeñas pajuelas, se halla en los arrastres del Agueda, en algunos de sus afluentes y en alguna arroyada de las que descienden de las inmediatas sierras; pero hasta ahora no se conoce ningun criadero aurífero. Es de esperar que algun dia más conocido el terreno y segun se vaya desmontando ó abriendo nuevas vías de comunicacion, aparezcan nuevas muestras de metales, de los cuales deben de ser ricas las montañas de la parte S., segun se deduce de su constitucion geonóstica”.

La actividad fue decayendo, seguramente por lo poco productivo que resultaba la extracción del preciado metal. Se hace eco de ello la Enciclopedia Universal Ilustrada europeo-americana (c. 1908). Al referirse al Águeda, dice:
Pico Jálama, nacimiento del Águeda.

“Río de la provincia de Salamanca, que nace en la sierra de Gata, junto á Portugal. Pasa por Navasfrías, Ciudad Rodrigo y Barba, desaguando en la orilla izquierda del Duero, cerca de Barca de Alba. Sirve de límite entre España y Portugal, lleva arenas de oro, y su curso es de 130 kilómetros. Recibe las aguas de multitud de afluentes por ambas márgenes. A principios del siglo XIX aún se ocupaban muchos hombres en lavar dichas arenas, segregando las partículas del precioso metal, cuya industria tuvieron que abandonar por el escaso rendimiento que producía”.

Y en la voz “Ciudad Rodrigo” se encuentra:

“En las aguas del río Águeda se pescan barbos, anguilas, tencas, truchas salmonadas y ranas, y en sus arenas hay partículas de oro que antiguamente fueron aprovechadas, pero dese hace mucho tiempo se ha abandonado su extracción por ser poco productiva”.

Los modernos diccionarios enciclopédicos siguen registrando la noticia de las arenas auríferas del Águeda. Así, en la edición del Espasa-Calpe, de 1992, en la voz Águeda, leemos:

“Río de España, provincia de Salamanca; nace en la sierra de Gata y desemboca en el Duero después de 130 km de curso. Sirve de límite entre España y Portugal; tiene numerosos afluentes y arrastra arenas auríferas”.


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