miércoles, 13 de diciembre de 2017

Un peregrino curioso y el castillo de Benavente

“COSAS QUE SON DE REY”

José I. Martín Benito

Castillo de Benavente.
Bartolomé de Villalba y Estaña fue un clérigo benedictino, autor del Pelegrino Curioso y otras Grandezas de España, un manuscrito de 1577 que fue publicado casi 300 años después de haber sido escrito, gracias a la Sociedad de Bibliófilos Españoles entre 1886-1889.

El autor, valenciano de origen (1548-1602) viajó por España y Portugal entre 1573 y 1576. Hizo el Camino de Santiago por la vía de la Plata. Procedente de Salamanca, llegó al monasterio de Valparaíso, y luego Zamora, Moreruela y Benavente; desde aquí a Astorga, el Bierzo y el Cebreiro camino de Galicia.

De Benavente ensalza el castillo-palacio y la armería, así como el trato con el que le dispensaron los señores de la villa. Es uno más de los testimonios que alaban tan magnífico palacio, que le dejó sorprendido, tanto la edificación como lo que en ella se guardaba. “Tiene el Conde cosas que son de Rey y demuestran la antigüedad de aquella casa”, escribe nuestro peregrino.

El castillo se le antoja como uno “de los alcazares reales buenos que hay en España, porque es palacio con todas las calidades que se requieren... con su foso y barbacana y otras cosas que le fortifican, y demás de esto... gran patio, lindos corredores, hermosos balcones... salas, recibidores, antecámaras”. Alaba también la armería, “que es cuadrada, y todos los blasones de las personas calificadas están allí, y es muy dorada y vistosa, y demás de esto hay unos aposentos con un corredor que extiende la vista al campo, al río, á la huerta, á la villa, que es cosa real, y todo es tan bueno”.
Mercurio peregrino. Durero.

El peregrino curioso se refiere también a los monasterios de monjes y monjas con los que contaba la villa benaventana, entre ellos el de Santo Domingo, San Francisco y San Jerónimo, que en ese momento estaba en obras sufragadas por el conde.

El Hospital de la Piedad

Villalba y Estaña no podía pasar por alto la obra benéfica del conde en relación con las peregrinaciones a Santiago, el hospital de la Piedad, donde alaba el tratamiento que se hace a los peregrinos:


"De ahí se puso en un hospital, que tiene el Conde para pelegrinos, donde se les festeja, no como en hospital sino como en palacio".


El jardín y el bosque

Pero si el castillo sorprendió al peregrino valenciano, tampoco le dejó indiferente el jardín. Este estaba precedido de una larga alameda,“que tiene tres carreras de caballo..., que es cosa por cierto rica ver aquella multitud de árboles y aquella altura y la amenidad que mueven”. Del jardín dice que es muy hermoso, con muchos viveles de pescado. Sin embargo, el peregrino no quiso ver el coto de caza de los condes, a pesar de que lo quisieron llevar, excusándose que no era montero. No obstante, refiere que hay en la dehesa muchos corzos, gamos y otros géneros de caza.


De Benavente partió el peregrino hacia Villabrázaro, donde tuvo una amarga experiencia como ya relatamos en un post anterior.

El impresionante castillo de Benavente fue derribado y, posteriormente, demolido, en el siglo XIX y primer tercio del siglo XX.
Escena de caza aristocrática.

Os dejo aquí el relato del peregrino:

“Otro dia dio el Pelegrino en la principal villa de Benavente, que es cierto de las mejores poblaciones de su tamaño en España. Tiene tres mil vecinos; es poblada de mucha gente de lustre. Tiene buena campiña, y buenas huertas; tierra bastecida de todas provisiones. Es de lo bueno de Castilla la Vieja, y los condes tienen aquí calificadas casas, las cuales pudo ver el Pelegrino á plazer, por que el conde de Mayorga y [el] de Luna, como habían estado con su padre en Valencia, recibieron al Pelegrino bien benignamente; y Don Diego Ladron de Guevara fue su guía para ver las cosas notables: que cierto sin fiction ninguna, tiene el Conde cosas que son de Rey y demuestran la antigüedad de aquella casa, la calidad de la cual es notoria á todos los de España y á los de Europa. Entre otras cosas, el palacio del Conde, que está subido en un alto, es de los alcazares reales buenos que hay en España, porque es palacio con todas las calidades que se requieren, lo uno porque es fuerte y está bien murado, con su foso y barbacana y otras cosas que le fortifican, y demás de esto segundariamente tiene en sí todo lo que se puede pedir, gran patio, lindos corredores, hermosos balcones y enayas (sic) y rejados grandes; salas, recibidores, antecámaras, y entre las piezas muy buenas que tiene, notó el Pelegrino la sala que llaman de las armas, que es cuadrada, y todos los blasones de las personas calificadas están allí, y es muy dorada y vistosa, y demás de esto hay unos aposentos con un corredor que extiende la vista al campo, al río, á la huerta, á la villa, que es cosa real, y todo es tan bueno que se le hace agravio notable en no explicarlo, y tanto, que cualquier señor que la viere, quedará con gusto della.

Y ansí, llegando un príncipe de Alemania á visitar al Conde, que se conocían, le comenzó á mostrar su recamara y armería y cosas particulares, y entre ellas el Conde, por cosa que lo merecía, le mostró su palacio y grandezas, y particularmente, viniendo á la cocina, como por allá son más epicúreos, dixo el Principe: “Pequeña cocina me parece esta, Señor Conde, para tan gran cassa”. El Conde, que era sabio, le respondió: “Ser pequeña la cocina ha hecho que la casa sea tan grande”. Respuesta de principe prudente por cierto. Pues siguiendo nuestro Pelegrino los pasos de su guía, llegaron á la armería, la cual sin agravio de nadie, quitando la del Rey, es la mejor cosa que hay en España. Habrá en ella más de dos mil coseletes todos con el aderezo necesario y unos espejos que os podéis mirar en ellos, y otras muchas invenciones y generos de armas, que nuestro pelegrino quedó muy pagado. De ahí se puso en un hospital, que tiene el Conde para pelegrinos, donde se les festeja, no como en hospital sino como en palacio. Tiene dedicados para él tres mil ducados de renta, y se precian aquellos señores de tener particular vigilancia en él. De allí pusieronle en San Francisco, sepultura de los condes, y es el vaso de abajo muy curioso: casa muy buena de cuarenta frayles, aunque se quemó ha pocos años. Allí dieron con él en San Jerónimo, monesterio que para el Santo labraba á la sazón el Conde; de allí á Santo Domingo, casa de veinte frayles, y después á dos monesterios de monjas, unas dominicas y otras franciscas. Este ultimo es grande, de cincuenta mongas y donde los condes menguan las mujeres de su linaje recogiéndolas allí. De todo esto el Pelegrino estaba tan pagado, que dixo á su guía: “que, señor tantas calidades tiene en su tierra haze mal en ir á mandar á las agenas,”- “Esto decis, le respondió, porque el Conde fue el Visorey en Valencia[1], pues aunque no estemos en ella quiero que veais lo que, fuera della, habeis visto pocas cosas mejores, que es el jardín del Conde”. Al cual fueron, y nuestro Pelegrino luego echó ojo á una cosa harto rara, que es un hueso ó una canilla estar metida dentro de una piedra, lo cual muestra que creciendo la ha embebido allí[2], y entrando por la primera puerta vió otra bravata, que hay una alameda que tiene tres carreras de caballo, la cual sirve de recebidor del jardín, que es cosa por cierto rica ver aquella multitud de árboles y aquella altura y la amenidad que mueven. Entrando dentro el jardín, que es muy hermoso con mucha jardinería en las yerbas, muchos viveles con pescados, su casa, y en esta otra curiosidad no menos de notar, que está repartida de tal manera que la Condesa con sus damas no tenga que de partir ni que, si quieren, con el Conde ni sus criados; que todo pareció á nuestro Pelegrino muy bien, y aunque al coto le querian llevar, que á medida legua ó poco más debe de estar, se excusó con el habito, que no era de montero. Tienen en la dehesa muchos corzos, y gamos particularmente y otros generos de caza, y en Benavente detuvose nuestro Pelegrino más de lo que pensaba".


[1] Se refiere a Juan Alonso Pimentel Enríquez, VIII conde de Benavente, que fue virrey de Valencia desde 1598 a 1602 y luego virrey de Nápoles, entre 1603 y 1610. El conde murió en 1621, siendo Presidente del Consejo de Italia. Sobre su figura y labor de mecenazgo, véase M. SIMAL LÓPEZ, Los condes-duques de Benavente en el siglo XVII. Patronos y coleccionistas en su villa solariega. Benavente, 2002, pp. 33-48.

[2] Se refiere, seguramente, a un fósil. Recordemos como el área de Benavente, ha deparado hallazgos paleontológicos, al igual que se han hallado en el término de Matilla de Arzón. Véase el artículo de E. JIMÉNEZ FUENTES, “Restos de tortugas y Rinocerontes fósiles de Benavente”. Brigecio, estudios de Benavente y sus tierras, anuario nº 1, 1989, pp. 165-166.

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